El escenario del mundo actualmente no puede ser más caótico y decadente. La ausencia de consciencia y de valores morales, cada día es más evidente, y todo esto bajo la mirada complaciente de nuestro gobernantes. Estamos en una sociedad en la que a la gente se le mide por el éxito, no por lo que realmente es, nos guiamos de las apariencias no de la esencia o del espíritu de la persona con la que nos relacionamos. Me atrevería a preguntar, ¿Dónde se origino esta decadencia? Y la respuesta es más sencilla de lo que podría aparentar; “Todo este caos se origina en nosotros mismos”.
Pongamos un ejemplo que pasa frecuentemente en nuestras vidas. Desde la parte emocional, uno de los sucesos más dolorosos, son los desengaños, y cuando hago referencia a esto, no lo hago en base a una relación de pareja, o una relación sentimental. Estos sin duda alguna con el tiempo se superan y hasta se olvidan. Hago referencia a los desengaños quizás más dolorosos que han acontecido en nuestras vidas, los desengaños con personas que pensábamos y sentíamos que eran nuestras amistades. Con el tiempo, nos damos cuenta de que no todos los amigos son leales, ni nos aprecian, ni siquiera existe consideración, y que casi siempre han querido aprovecharse de nosotros.Que no todos los amigos están ahí cuando los necesitas, pero si quieren que tú estés para ellos. Que cada uno ve en ti una cosa distinta, y que amigos de verdad hay muy pocos. Que podemos pasarnos días, semanas, meses e inclusive años, queriendo ayudar, siendo considerados, amables, dándonos por entero, dedicando tiempo , comprensión y amor, sin embargo la mayoría de la gente no piensa de la misma forma que nosotros, por lo tanto no actúa de la misma forma.
De hecho hay un tipo de gente, que cuanto más amable, comprensivos y amorosos somos, mas intentarán aprovecharse de nosotros. Un amigo mío decía, que a él la gente siempre la ha sorprendido, la gente que debería estar ahí cuando él los necesito no estuvieron, pero siempre estuvo alguien con quien no contaba. Esto nos pasa por no fijarnos en las señales, por no hacerle caso a nuestra voz interior. Muchas veces damos amor, cariño, amistad, sin fijarnos a quien se lo damos. Depositamos confianza y afecto en gente que no se lo merece, pero ¿Quién no ha pasado por esa especie de ceguera en la que no vemos a la otra persona como es sino como nos gustaría que fuera? Este es el detalle de la cuestión, la gente es como es, pero nosotros no siempre somos capaces de verlo. Ves a alguien con quien te ríes, lo pasas bien, tiene una bonita sonrisa, y piensas que alguien con una sonrisa así no puede ser mala gente. Sin embargo te ocasiona tristezas y termina lastimándote meses después, y después que pasa todo seguimos preguntándonos ¿Pero por qué me ha hecho algo así? Muy sencillo, porque él o ella son así y no como queríamos verlo.
Con el paso de los años, nos damos cuenta de que amigos de verdad hay muy, muy pocos. Aprendemos a relacionarnos socialmente, pero sin grandes implicaciones emocionales, de forma que si nos salen con sus pasteles de masa, no suframos las consecuencias. Otra vez nos equivocamos, ponemos muros en lugar de mirar bien donde ponemos los afectos.
Y, todo esto lo podemos resumir en esta elucubración: “El ser Humano está lleno de apegos, filtros y basura mental que le impide ver lo que es real, y se aferra fuertemente a lo ilusorio, a lo inexistente, ya que esto no le exige crecer, tomar consciencia de sí mismo y de lo que le rodea. Esta feliz en un mundo de sueños y fantasías, porque así tiene la excusa de no cambiar, y se autoengaña afirmándose todos los días de que hace las cosas bien, correctas y lo más patético y triste es que se cree, que es una buena persona” Que tristeza, en lo que hemos convertido la obra de Nuestro Creador.
